En tiempos de quedarse en casa, el tiempo rápido no avanza. Queremos ayudar y a los más pequeños animar. Los padres esta fábula podrán narrar y los chicos por otros mundos podrán volar.
El lobo Rigoberto era muy glotón. Se pasaba todo el día merodeando, buscando que comer. Recorría el monte comiendo por aquí, mordisqueando por allá, y recién al atardecer con la panza bien llena, volvía a su madriguera.
Sucedió una vez que vió una cesta con comida que alguien había olvidado…Destrozó la cesta con sus mandíbulas, y terminó devorando su contenido con tantas ganas y urgencia que ¡ Ayyy ! ¡ Uy ! ¡ Uyuyuy ! … un hueso de pollo se atascó en su garganta.
¡ Qué contratiempo y que susto ! El lobo Rigoberto no pudo cerrar su boca, se llevó las patas a la garganta y después, con los ojos desorbitados, corrió angustiado y sin rumbo entre los árboles del monte.
Justo en ese momento pasaba volando una cigüeña. Al ver abajo tan terrible drama y desesperación, la muy pícara pensó: si socorro a este pobre accidentado, luego podré pedirle una paga por mis servicios. ¡ No muchos tienen un pico tan apropiado para estas operaciones !
Una vez en tierra exclamó: -¡ Está usted en apuros, puede llegar a morir atragantado ! ¡ Yo lo ayudaré !
Y diciendo así, le abrió la boca, introdujo su largo pico, y extrajo el hueso
¡ Gracias doña cigüeña ! Qué favor me ha hecho…. Suspiró Rigoberto, aliviado.
¿ Favor ? No ha sido un favor. ¿ Con qué va a pagarme usted ? Preguntó, tendiendo su pata.
Rigoberto, aún con su garganta dolorida, gruñó:
¡ Ave interesada ! ¿ Pagarte ? – aulló conteniendo su impulso. ¿ No es bastante paga que no te esté devorando en este momento ?
AUXILIAR O SOCORRER ES DE TODOS UN DEBER, SIN UN PAGO PRETENDER