Ud, apague tarde su lámpara. septiembre 30, 2020 – Posted in: Uncategorized

Que representa un libro?
Tantas veces me lo pregunté, tantas veces no encontré respuesta….
Hasta que un día me propuse simplemente amar ese misterio sublime que cada palabra de un libro me regala.
Lo cierto también es que, desde niño, el afán por la lectura se hizo mucho más que un pasatiempo.
Fui un jugador de fútbol normal ( me gustaba), pero siempre dejé que los juegos, los deportes y el ocio no interrumpieran el poder desnudar “el alma” de ese amigo impreso.
Hasta los 9 o 10 años, dormí en la habitación donde también lo hacían mis padres.
Familia numerosa, casa chica, no había otra posibilidad.
Tenía la costumbre de comer poco y pedir ” permiso” para levantarme del habitual encuentro cotidiano y familiar y poder llegar rápido a la cama, dónde aprovechaba algunos minutos leyendo todo lo que cayera en mis manos, antes de que mí padre hiciera sonar su famoso ” todo el mundo cara a la pared”.
Llegado ese auténtico ” toque de queda”ya no había ninguna chance de seguir.
Mí padre también leía antes de dormir pero ignorar su orden no era precisamente lo que más deseaba para mí y aunque el sueño tardaba en llegar, las opciones no eran muchas.
Algunos fines de semana, papá viajaba desde el pueblo natal hacia la ciudad de Santa Fe donde realizaba guardias médicas en un hospital público.
Llevarlo a la estacion de tren a la madrugada, esperar por su regreso los domingos, eran una verdadera aventura que solo aquellos que vivieron esa magia que representaba la llegada de ese auténtico ” caballo de acero” entenderán.
Era el famoso cochemotor; un tren de pasajeros que unía Santa Fe con la ciudad de Córdoba, pasando por el pueblo que tenía unas vías de la llamadas trocha angosta.
Sabíamos que a pesar de su trabajo, papá siempre venía con sorpresas.
No recuerdo bien para quienes eran las monedas y estampillas ” difíciles” que siempre acompañaban su regreso.
Para mí, el menor, las golosinas que no se conseguían en el pueblo.
El seguramente advirtió de mí pasión por la lectura y me daba amplia libertad para sacar de la importante biblioteca familiar lo que yo quisiera.
Robin Hood, El libro de la selva, todos con encuadernación amarilla, Fagnilli Fuentes, la colección de Naricita Respingada de Monteiro Lobato y tanto otros que hacían volar mí imaginación por universos de fantasía y felicidad.
Con mucho pudor, casi furtivamente, un día me lleve a la habitación un libro de Bertrand Russell.
Sonrío y meneó la cabeza al verme leerlo pero no dijo nada….sabía q no lo iba a comprender todavia.
Y así pasaron los días, pero una noche al sonar el ” toque de queda”, entró a la pieza y yo cerré el libro que me acompañaba para entregarme al sueño.
La sorpresa fue muy grande y lo reconozco, lloré de la emoción…
Papa se acercó a mí cama, tomo un libro, me lo dio y puso un aparatito raro que tenía una especie de broche que se ajustaba a una página y sabiendo de lo perplejo que yo estaba, con manos de prestidigitador que hace aparecer la carta escondida, apretó un botón y se encendió una luz que alumbraba las palabras escritas por ese ” amigo” de papel.
Y si, lloré, porque después de eso me miró fijo, serio pero con una ternura desbordante y me dijo….
” Ud, apague tarde su lámpara”.
Comenzaba un viaje sin retorno, que me atrapo para siempre, que me quitó el sueño en esas noches eternas en las que Ciro Alegría me explicó que ” el mudo es ancho y ajeno” o cuando Remarque me habló de esos “Tres camaradas” plenos de amor, respeto, honestidad y lujuria.
Un viaje sin retorno si, dónde cada nueva estación era más bella que la otra y donde por suerte el camino no tenía fin.
Nuevas estaciones, nuevos encuentros con el hombre, la tierra, con mí raíz profunda, con mí país profundo.
En una de esas paradas, un hermano mayor me regaló la dicha de conocer a ese “Lobo estepario” que Herman Hesse escribió con tanta belleza.
Tiempo después, supe que la frase dicha por mí padre era de Don Atahualpa y no me importó.
Tiempo después, la biblioteca familiar ya no tenía la inmensidad de la niñez y tampoco me importó.
Tiempo después el niño que soñaba leyendo que el mundo era como el quería y creía, se fue enmarañando en las redes que algunos tejen con idiomas, fronteras, economías, religiones y símbolos baratos.
Pero aquella frase quedó en mí para siempre; me invita y me incita a volver cada noche desvelado…y solo. Que los jóvenes lean, que sus padres los lleven por las sendas de los libros, que duden, que se pregunten y que nunca, pero nunca, dejen de apagar tarde su lámpara.
Héctor

” Me chocó un avión” »